Allí, gracias al asesoramiento de Don Lorenzo, organizamos varias visitas.
Un grupo de seminaristas visitaron una Residencia de Tercera Edad, charlaron con algunas personas que allí estaban y las invitaron a participar de una pequeña celebración de la Palabra. Se destacó la participación atenta de todas las personas, y la devoción con la que, a pesar de los años y los quebrantos de salud, recibieron la Comunión. Fue una experiencia intensa para los que concurrieron.
Otros seminaristas encontraron respuestas dispares. Algunos fueron bien recibidos y charlaron, entre otras cosas, de la importancia de la "visita de la Virgen" para algunas personas de la zona. En otros casos no se encontró apertura, no respondían al llamado; y otros, luego de un momento de apatía lograron que las personas se abrieran y contaran sus problemas, que en esta zona se hacen sentir. Nos encontramos una vez más con el flagelo de la droga destruyendo familias, generando delitos e inseguridad; también con abundantes preguntas que permanecerán sin respuestas por el momento.
Luego de las visitas, celebramos la Eucaristía en una casa de la zona, a la que concurrieron unas veinte personas, además de los seminaristas. Sabemos que, para la comunidad de Cabaña Anaya, estas Eucaristías son mojones en el año, y un gran apoyo a una fe que debe sobrevivir muchos contratiempos, entre ellos no tener un lugar fijo de reunión.
Fue para todos una experiencia de gran aprendizaje sobre nuestra realidad.
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